Perdida de diversidad humana:
Izquierda:
La "Reina Truganina" la última habitante de Tansmania.
“Nuestra generación aún ha llegado a tiempo de recoger y salvar muchos reflejos raciales, que más adelante habrán desaparecido para siempre. Por eso tiene tantísimo interés, para hoy y para mañana, un libro de esta naturaleza.
Izquierda:
La "Reina Truganina" la última habitante de Tansmania.
“Nuestra generación aún ha llegado a tiempo de recoger y salvar muchos reflejos raciales, que más adelante habrán desaparecido para siempre. Por eso tiene tantísimo interés, para hoy y para mañana, un libro de esta naturaleza.
Dentro de una centuria la vida se habrá transformado por completo en aquellos reductos humanos que todavía permanecen sumidos en un primitivismo angustioso, porque al penetrar en ellos la luz de una cultura superior, apoyada en asombrosos progresos materiales, las nuevas generaciones abandonarán el lastre de un pasado que no supo brindarles esperanza de mejora en esa noche lóbrega que ha durado siglos, incorporándose a la marcha general de la Humanidad”
Introducción a "Las Razas Humanas", Instituto Gallach, 1976
El texto anterior ha sido extraído de una publicación enciclopédica dedicada a las razas humanas, “su vida, sus costumbres, su historia y su arte”. Esta publicación de indudable valor documental está atravesada por la idea de la superioridad de la cultura occidental contemporánea.
Asistimos desde sus páginas al “descubrimiento” de infinidad de razas y culturas distribuidas por toda la superficie de la tierra. A la vez que se estudia y documenta su vida, vemos como multitud de ellas, las mas frágiles por diversas circunstancias, se desvanecen para finalmente desaparecer.
Ayer los onas, los acalufes, los tansmanios, hoy los veddas, los aborígenes australianos, los indígenas amazónicos... representan culturas alternativas moribundas. Su final corre paralelo al de la extinción de muchos animales y a la modificación del medio.
A estos grupos no les alcanza la civilización y el progreso para llevarlos adelante. En realidad los destruye, los aculturiza y los coloca en los márgenes del mundo occidental, en la ultraperiferia. La “luz” no penetra en ellos ni les brinda ninguna esperanza y en una generación se destruye una cultura milenaria sustituyéndose por una vida la mayor parte de las veces marginal, en los suburbios del tercer mundo.
Es cierto que este hecho parece imparable, no hay manera de detener la marcha de las sociedades occidentales contemporáneas y de las culturas orientales dominantes como la china, indonesia… pero es necesario que cuestionemos muchos de los principios de nuestras culturas dominantes ahora que vemos sus efectos en el mundo.
Una cultura, como por ejemplo la de los aborígenes australianos que ha perdurado durante 40.000 años representa una alternativa de la que tenemos mucho que aprender y con la que hemos de aprender a convivir en algunos casos o a simplemente no interferir y evitar, si en casos como estos, el conocimiento y el contacto, acarrea la desaparición del sujeto investigado.
Sin embargo, todo tiene su reverso y existen diversos mecanismos por los que las culturas se resisten a ser borradas, reviven, o emergen. La emigración, el mestizaje y las nuevas condiciones producen nuevas culturas. Tal vez desde ellas se revisen los principios de las culturas dominantes y asistamos al desmoronamiento del imperio y al nacimiento de un nuevo orden mundial con estos nuevos “bárbaros” a la vanguardia, Algunos autores como Descola, apuntan la permeabilidad de la cultura occidental ante las culturas no occidentales, como la de China, India o Japón, que pese no corresponder a culturas “naturalistas” han alcanzado el grado de potencias, y esto parece anunciar un nuevo comienzo.
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