martes, 6 de septiembre de 2011

Encuentros con lobos.

Los encuentros con lobos:

Los avistamientos de lobos que vamos a relatar se han producido de modo casual.
En ningún caso han sido resultado de esperas ni de rastreos y todos ellos han sido fruto de largas caminatas y paseos por algunas zonas donde la presencia humana no es muy frecuente.
El medio natural donde se han producido estos avistamientos está intervenido por el hombre desde antiguo. A día de hoy, es un territorio de tierras de cultivo y bosques a partes iguales; aquí, a pesar de la intervención humana, la naturaleza mas indómita pervive recluida en algunos lugares.
La presión del hombre sobre el territorio
no es homogénea.
Es cierto que las mejores zonas, las mas productivas y fácilmente transitables, han sido las primeras y mas profundamente colonizadas por el hombre, por lo tanto los animales salvajes y las plantas menos interesantes para los humanos han sido expulsados donde es mas difícil proveerse de sustento.
No obstante, los animales intentan utilizar todos los recursos a su alcance y penetran constantemente en las tierras del hombre donde suelen ser, si cabe, mas precavidos.
Sabíamos de la presencia del lobo en estos territorios; personas de confianza, nos habían referido encuentros ocasionales, avistamientos en batidas, etc.
A veces, habíamos visto huellas sospechosas en la arena del pinar. Otras veces habíamos visto restos de animales devorados… 

Primer encuentro:

Era un atardecer de la primera parte del otoño, tras dejar el vehiculo cerca de la laguna, comenzábamos el paseo abandonando los caminos para internarnos en el bosque.
Seguíamos, como otras veces, una senda poco transitada que discurre por el pinar en dirección al río.
Conversábamos los dos en voz baja mientras el perro, que solíamos llevar atado, caminaba como siempre alerta.
En una zona de arena suelta con abundantes matorrales, una especie de cañada que bordea una espesura, un lobo macho cruzó sigilosamente nuestro camino.
Lo vimos caminar lentamente con la cabeza baja olisqueando al cruzar la senda e internarse en la espesura.
Allí se volvió y nos miró girando levemente la cabeza, luego avanzó discretamente internándose poco a poco entre la vegetación hasta desaparecer.
Fue como una aparición. La sensación que tuvimos es que había decidido dejarse ver; desde la distancia pudimos apreciar su pelaje rojizo, la marca oscura del lomo, las marcas en sus patas y un aspecto de inconfundible fluidez . Y de la misma manera que se había dejado ver, nos había mirado abiertamente.
Parecía que nos estaba diciendo:
- Eh! te conozco, te he visto, te he olido…
El perro, en contra de lo que nos habían contado de otros casos, no se acobardó y se mantuvo firme.
Un poco mas adelante pudimos ver otro lobo, este mas pequeño y oscuro, que cruzaba la senda siguiendo en la distancia el rumbo del anterior.

Lobezno muerto:

Era, aunque no puedo recordar la fecha con exactitud, un día caluroso del final del verano.
Junto al hito del límite provincial aparecía recostado de lado, un cachorro de lobo de unos cuatro o cinco meses de edad, muerto atropellado por un vehículo.
Pudimos hacerle unas fotos y luego recogimos el cadáver para ocultarlo…




Acechando a los corzos:

Al anochecer, cuando caminaba en solitario por el bosque al borde de una de las zonas mas espesas, oí un crujir de ramas.
Cerca, un corzo se incorporaba alerta.
De repente, en lo mas espeso, emergía un lobo oscuro como un fantasma.
Al verme, giró sobre sus pasos y se desvaneció.
Me tumbé sobre el suelo un poco mas allá, escondido tras unas matas, para ver si el lobo continuaba su camino.

El cráneo del lobo:

Me encontré con -------, amigo mío de la infancia. Ese día le acompañe a su casa pues quería enseñarme algo. Sacó unas fotografías, un río, paisajes… entre ellas estaba la foto de un lobo muerto.
Realmente él no estaba seguro de si era un lobo o un perro, pero las marcas en las patas delanteras, la marca oscura en el lomo y la forma de la cabeza y las orejas eran signos inequívocos.
Posteriormente me contó como lo había encontrado.
A los pocos meses regresamos al lugar.
Desenterramos el cráneo, lo limpié y aún lo conservo. 

Lobos en el monte:

“El bosque es un antiguo monte de encina, quejigo y sabina mezclado ahora con pino albar.
Se extiende, como una isla, sobre un páramo cercado de laderas de roca desmenuzada y polvorienta y valles cubiertos por extensos cultivos y algunas escasas choperas.
Unos viejos caminos y sendas trepan discretamente por las pendientes.
Sin embargo, una pista delineada y una mina abandonada tajan la ladera norte.

A diario cuando vas al bosque, por los caminos sueles ver gente que pasea despreocupadamente o conversa pero, a medida que dejas las ultimas casas, la compañía va quedando atrás.
Esta tarde invernal, entre los árboles remontas una cárcava en la umbría.
Sobre el musgo hay rastros de animales.
Un poco más arriba, casi en la cima del páramo, un corzo huye al sentir el crujido de las ramas bajo tus pies.
De pronto, a diez metros, entrevés una mancha, la sombra parda de una silueta que se desvanece.
Acabas de ver un lobo.
Te agazapas tras unas matas y agachado, conteniendo la respiración, permaneces atento aguzando la vista y el oído.
Esperas.
No ocurre nada.
De pronto, al frente, aparece otra sombra. 
Observas en silencio.
Busca, escarba junto a un árbol, husmea y mira hacia ti.
Comienza a acercarse. Viene dando un rodeo, con la cabeza gacha, trotando sigilosamente.
A unas decenas de metros, lo pierdes de vista.

Anochece, estas lejos del coche y decides regresar.
Descendiendo con el bosque a tu espalda, ves el brillo de las luces del pueblo.
Más allá, en el horizonte nocturno bajo las nubes, aparece el reflejo anaranjado del cielo de la ciudad”.
Febrero de 2008.

En la carretera:

Era una mañana de domingo.
A contraluz de entre los árboles, emergió trotando una silueta gris que cruzó la carretera.
Al llegar a su altura, paramos el coche.
Se volvió y nos miro durante unos instantes antes de desaparecer internándose en el bosque de camino a las lagunas.
Otras veces, en ese mismo punto, habíamos visto a un pastor y su rebaño de camino a los pastos del claro un poco mas allá.

En la cárcava.

Sucedió por el mes de Julio.
Desde lo alto del páramo, a menudo veíamos corzos abajo pastando entre los pinares y las tierras de cultivo.
Siempre escrutábamos a conciencia aquellas laderas.
Aquel día, en el fondo de la cárcava retozaban dos lobos.
Nos acercamos hasta estar en los cortados sobre ellos y los pudimos ver tumbados en el suelo, descansando.
Un poco mas allá, un zorro que caminaba por el fondo del valle en dirección a la cárcava, al percatarse de la presencia de los lobos varió ligeramente su rumbo sin alarmarse...
Los lobos se encaminaron ladera arriba; pudimos verles entonces de costado, brillándoles el pelo rojizo al atardecer.
Se fueron perdiendo entre las encinas, subiendo hacia nosotros.
Los mestizos:

Recibimos el aviso de que habían atropellado a una loba en la carretera y esta yacía muerta en la cuneta mientra el macho permanecía echado a su lado.
Desde lejos parecían lobos pero, a medida que nos fuimos acercando, nos asaltaron las dudas.
La perra era de buen tamaño y tenia un pelaje rojizo pero, en lo que podíamos ver, era demasiado corto.
El macho era enorme, tenia un pelo gris-bermejo demasiado largo para ser un lobo y un hocico ancho, que recordaba en algunos momentos al de un mastín.
Ninguno de los dos animales tenia marcas de collar.
Pensamos que eran perros asilvestrados, tal vez mestizos de perro y lobo. 
 

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