viernes, 19 de agosto de 2011

Estética del aparecer, Martin Seel, fragmento:

Capitulo III, Ruidos y centelleos.

Realidad amorfa.
Así como esta experiencia puede atemorizarnos, también puede fascinarnos.
Pero el ruido puede causarnos fascinación en lugar de espanto, toda vez que podamos apartarnos de él, toda vez que dependa de nosotros el querer percibir un acontecimiento en primer lugar como ruido, o como algo distinto. El ruido puede fascinarnos, en una palabra, sólo cuando no es  el ruido el que nos avasalla, sino cuando somos nosotros quienes nos abandonamos a él, nos dejamos avasallar a veces por él.
En la atención al simple ruido acontece la experiencia de una realidad amorfa. Lo real, percibido por lo común con tal o cual forma, y a lo que atribuimos, conforme a tal y cual forma, ese sentido u otro, esta misma realidad aparece aquí sin esas formas y desprovista de los sentidos a los cuales suele asociársela. Lo que antes estaba inmerso en un orden social y cultural, lo que antes poseía un ser determinable y predecible, se muestra ahora con un aparecer anterior al sentido.
Quienes perciben de ese modo experimentan los límites  de su propio mundo histórico y cultural.
La realidad hace aparición en una versión inaprensible. Aunque podemos dominarla y comprenderla de tal y cual manera, conforme al saber que seguimos poseyendo y dominando, se muestra no obstante como una realidad que, para toda comprensión, nunca puede comprenderse ni dominarse del todo. […]

Un permanente desaparecer.
[…] A este desprendimiento de lo que percibimos -del acontecimiento- le corresponde un desprendimiento de la percepción. El simple ruido solo puede captarse allí donde la percepción se libera de todas las orientaciones teleológicas: al igual que el acontecer que percibimos , la percepción deja entonces de estar organizada en función de algo, dirigida a algo, dispuesta para lograr algo. En ello aguarda una forma, radical frente a cualquier otra forma de percepción estética, de demorarnos ante lo que aparece. […]
[…] Renunciamos a determinar el fenómeno, renunciamos a determinarnos frente al fenómeno. Renunciamos a nosotros mismos por cuanto nuestra determinación consiste por lo general en comportarnos frente al mundo en una actitud dominante, determinante y autoafirmativa. Todo interés en el ruido se desprende del placer del abandono de nosotros mismos. […]
[…] Al hallarse su percepción en el umbral de percibir algo, al estar su escucha en el umbral de lo audible, al encontrarse su visión en el límite de al visión misma, el sujeto alcanza el estado excepcional de un presente carente de diferencias –un presente con el cual puede fundirse- […]

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