Cultura y naturaleza:
“Somos seres paradójicos, autotrascendentes; formamos parte de la naturaleza, por ejemplo, y sin embargo estamos fuera de ella”
Patrick Harpur, El fuego secreto de los filósofos, Ed. Siruela, 2005.
A lo largo de la historia la relación entre los conceptos cultura y naturaleza ha cambiado dependiendo de las sociedades y de las distintas corrientes de pensamiento:
Si la primera etapa del diferenciación entre cultura y naturaleza se remonta a los griegos y su concepto de phusis, este objeto de investigación que ya no está sometido a caprichos divinos; el cristianismo marca otra transformación, una segunda etapa de la transcendencia en la que el hombre y Dios se colocan en el exterior de la naturaleza.
Posteriormente, en la revolución científica del siglo XVII, el mundo quedó enmarcado por invenciones como el telescopio, el microscopio, los aparatos de medida cada vez mas precisos, donde la naturaleza se volvió autónoma y observable.
Pensadores como Rousseau, identificaron lo natural con una serie de normas éticas en una perspectiva moral; lo natural como lo verdadero, lo autentico, lo sano y lo que se aparta de esto, lo degradado o degenerado.
En una perspectiva contraria, proveniente de las ideas de la Ilustración, la naturaleza se pensó como un conjunto de recursos materiales y energías y la cultura como la finalidad de la naturaleza, como una actividad que consiste en dar forma, significado, a los recursos y energías de la naturaleza.
Desde Grecia hasta el siglo XX, se ha pensado la naturaleza como primera respecto a la cultura. La naturaleza precedía a la cultura y era su marco.
De este modo la naturaleza física constituye una realidad objetiva y exterior al hombre, explicable mediante la ciencia.
El filósofo francés Merleau-Ponty concebía que las relaciones entre cultura y naturaleza siempre habían estado marcadas por la ambigüedad.
Pues “es imposible superponer en el hombre una primera capa de comportamientos que se denominarían naturales y un mundo cultural o espiritual fabricado. Todo es natural y todo está fabricado en el hombre”.
En conexión con las teorías de Merleau-Ponty, la física cuántica de Heisseberg y Neils Bohr, descubre las perturbaciones del objeto medido causadas por el aparato de medida.
Estos científicos extraen unas rigurosas consecuencias sobre el papel de la ciencia y la concepción del mundo: “Lo que los físicos alcanzan cuando trabajan a escalas microscópicas, lo que ellos conocen, no es el fenómeno natural en si mismo e independiente del observador, sino que es el efecto de la interacción entre el acto técnico y cognitivo del hombre y una realidad que no se puede alcanzar de manera directa” “Es erróneo pensar que el objeto de la física sea descubrir como esta hecha la naturaleza. La física se refiere a lo que nosotros podemos decir sobre la naturaleza”
La ecología es una ciencia que aparece en un momento de cambio en las relaciones entre cultura y naturaleza. Por vez primera asistimos a las peligrosas modificaciones por intervención humana en el mundo, descubrimos la fragilidad inherente a lo natural, sometido desde ahora al cuidado del hombre. A partir de estas ideas se desencadenará una preocupación por la precariedad del futuro habitable de la tierra.
Finalmente desde la antropología, tras el estudio de numerosas sociedades primitivas, se asiste al rechazo al dualismo cultura-naturaleza, pues según Philippe Descola muchas de estas culturas no sitúan el fin de la “Humanidad” en las puertas de la especie humana e invitan al concierto de su vida social a las plantas y animales mas insignificantes. Se integraría la naturaleza y los seres que la componen al los “costados del ser humano” a su constitución, ya no mas relegados a la función de entorno o escenario.
Concluiríamos con una redefinición de la cuestión.
Ya no más es el problema entre cultura y naturaleza, sino desde la cultura, que podemos pensar como naturaleza.
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