Encuentros con tejones (I)
Un atardecer lluvioso del mes de Mayo, en el claro de un quemado en medio del pinar, entre pimpollos, matas de cantueso aún sin flor y retamas, un joven tejón distraído caminaba hacia donde yo me encontraba.
Seguía, con su trote característico de cabeza gacha, un camino arenoso.
Se entretenía husmeando aquí y allí. Se detuvo al lado de un pino, comisqueo algo… volvió al camino sin apercibirse de nuestra presencia y apenas a dos metros del perro, se paró en seco.
Se erizó, estiró las patas delanteras y emitió un bufido. Lo vi dispuesto a arremeter contra el perro y en ese momento decidí espantarlo.
Se retiro a regañadientes a una espesura en donde pude observarle a placer.
Se ovilló intentado pasar desapercibido, mirándome con los ojillos algo nublados. Temeroso, de vez en cuando se sacudía pues continuaba lloviendo. Poco a poco, logre acercarme hasta casi tocarlo.
Le deje marchar. Fue desapareciendo entre unas aulagas, recuperando su rumbo como si nada hubiese ocurrido.