viernes, 26 de agosto de 2011

Futuro primitivo, John Zerzan:

FUTURO PRIMITIVO.

[...] Como Hole y Flannery han resumido "ningún grupo sobre la tierra dispone de más ocio que los recolectores cazadores, que consagran lo mejor del tiempo al juego, a la conversación y al relax".
Disponen de más tiempo libre, añade Binford "que los obreros industriales y agrícolas modernos, incluso más que los profesores de arqueología".
Como dice Vaneigen, los no domesticados saben que solo el presente puede ser total. Esto significa que viven la vida con una inmediatez, una densidad y una pasión incomparablemente más grande de cómo la vivimos nosotros. Se ha dicho que ciertas jornadas revolucionarias valen siglos; mientras, "nosotros contemplamos el antes y el después y suspiramos por lo que no es....".
Los Mbouti estiman que "con un presente convenientemente pleno, las cuestiones del pasado y el futuro se arreglan por sí solas". Los primitivos no tienen necesidad de recuerdos y no dan, generalmente, ninguna importancia a los aniversarios ni al recuento de la edad. En cuanto al porvenir, tienen tan pocos deseos de dominar lo que todavía no existe como de dominar la naturaleza. Su conciencia de una sucesión de instantes mezclándose en el flujo y el reflujo del mundo natural, no impide la noción de las estaciones, pero no constituye una conciencia separada del tiempo que les impida el presente.
Pero aunque los recolectores cazadores actuales comen más carne que sus antepasados prehistóricos, los alimentos vegetales constituyen todavía lo esencial de su menú en las regiones tropicales y subtropicales. Los San del Kalahari y los Hazda de África Oriental, donde la caza mayor es más abundante que en el Kalahari, dependen de la recolección en un 80% de su alimentación. La rama ¡Kung de los San recolecta más de un centenar de vegetales diferentes y no presentan ninguna carencia alimentaria: Su régimen se parece al sano y variado de los recolectores cazadores australianos. El régimen global de los recolectores cazadores es mejor que el de los agricultores, la carestía es muy rara y su estado global de salud es generalmente superior, con muchas menos enfermedades crónicas.
Laure Van der Post se maravillaba ante la exuberancia de la risa de los San -una carcajada que sale "del centro del vientre, una risa que no se oye nunca entre civilizados", El juzga que es una señal de gran vigor y de una claridad de sentidos que se resiste todavía a los asaltos de la civilización. Truswell y Hansen podrían decir la misma cosa de otro San, que había sobrevivido a un combate con las manos desnudas contra un leopardo, herido, había conseguido herir también al animal.
Los habitantes de las islas Andaman, al oeste de Tailandia, no se someten a ningún dirigente; ignoran toda representación simbólica y no crían ningún tipo de animal doméstico. Se ha observado igualmente entre ellos la ausencia de agresividad, la violencia y la enfermedad; sus heridas curan con una rapidez sorprendente, y su vista, igual que su oído, es singularmente aguda. Se dice que han declinado desde la intrusión de los europeos a mediados del siglo XIX, pero presentan todavía rasgos físicos remarcables, como una inmunidad natural a la malaria, una piel suficientemente elástica para no presentar casi las arrugas que asociamos a la vejez y dientes de una fuerza increíble, Cipriani cuenta haber visto chicos de 10 a 15 años doblando clavos entre las mandíbulas. Hay muchos testimonios de una costumbre de vigor en Andaman, consistente en recolectar la miel sin ningún vestido protector: "no les pican nunca, viéndoles tenía la impresión de estar frente a algún misterio antiguo, perdido para el mundo civilizado".
De Vries ha hecho todo tipo de comparaciones permitiendo establecer la superioridad de los recolectores cazadores en materia de salud, entre ellas la ausencia de enfermedades degenerativas y mentales, así como la capacidad de dormir sin dificultades ni molestias. También notó que estas cualidades se erosionan poco a poco con el contacto con la civilización.
En el mismo orden de ideas, se dispone de gran número de pruebas no solamente del vigor psíquico y emocional de los primitivos sino también de su remarcada capacidad sensorial. Darwin ha descrito a los habitantes del extremo sur de América que vivían casi desnudos en condiciones de frío extremas. Igualmente Peasley ha observado aborígenes australianos que pasaban la noche en el desierto a muy bajas temperaturas "sin ningún tipo de vestido".
Levi-Straus ha explicado su sorpresa al saber que una determinada tribu de América del Sur pueden ver el planeta Venus a plena luz del día, proeza comparable a la de los Dogon de África, que consideran Sirio B como la estrella más importante, una estrella visible sólo con potentes telescopios. En la misma vía, Boyden ha descrito la
capacidad de los bosquímanos para ver, a ojo desnudo, cuatro de las lunas de Júpiter.

En el libro The Harmless People, E. Marshall ha explicado como un bosquímano se había dirigido con precisión hacia un punto situado en una basta planicie, "sin matojos ni árboles para marcar el lugar", y había señalado con el dedo una hebra de hierba con un filamento de liana casi invisible que había marcado meses antes, en la estación de las lluvias, cuando era verde. El tiempo se había tornado caluroso y al volver a pasar por aquel sitio, obtuvo una suculenta raíz donde había marcado con su ligadura.
También en el desierto del Kalahari, Van der Post ha reflexionado sobre la comunicación entre los San y la naturaleza, hablando de un nivel de experiencia que "se podría incluso llamar mística". Por ejemplo parecen saber lo que se experimenta cuando se es un elefante, un león, un antílope, un lagarto, un ratón, una mantis, un boabab, una
cobra o un amarillis, por citar solo algunos de los seres entre los que transcurre su vida". Parece casi banal comentar que a menudo se queda uno sorprendido ante la habilidad de los recolectores cazadores para seguir una pista desafiando toda explicación racional.
Rohrlich-Leavitt ha hecho notar que "los datos de los que disponemos muestran que generalmente los recolectores cazadores no buscan delimitar un territorio propio y marcan una ligamen bilocal; ignoran la agresión colectiva y rechazan la competencia entre grupos, reparten libremente los recursos, aprecian el igualitarismo y la autonomía personal en el cuadro de la cooperación de grupo y son indulgentes y tiernos con los niños". Decenas de estudios hacen del reparto y del igualitarismo el carácter distintivo de estos grupos. Lee ha hablado de "la universalidad (del reparto) entre los recolectores cazadores", igual que en la obra de Marshall se reseña una "ética de la generosidad y de la humildad" demostrando una tendencia fuertemente igualitaria entre los recolectores cazadores. Tanaka proporciona un ejemplo típico: "el rasgo de carácter más apreciado es la generosidad, y el más despreciado la avaricia y el egoísmo” [...]

El libro de la selva, Pedro A. Prieto:

(Extraído de Caosmosis)

EL LIBRO DE LA SELVA:

I.ÍNDICE
II.PRÓLOGO:
III.ESTRATEGIA PARA LA SUPERVIVENCIA A CORTO PLAZO:
1.Conjunto de emergencia para desastres. 2.Agua potable. 3.Alimentos. 4.Bolsa de emergencia.
IV.ESTRATEGIAS PARA LA SUPERVIVENCIA A LARGO PLAZO:
1.Introducción. 2.Las urbes. 3.Densidad de población. 4.Recursos hídricos.
5.Animales para carne y de tiro. 5.1.Animales de carne. 5.1.1.Porcino. 5.1.2.Ovino.
5.1.3.Bovino. 5.1.4.Animales de corral. 5.1.5.Animales de guarda y compañía. 5.2.Animales de tiro.
6.Energía. 6.1.Para cocinar. 6.2.Para esterilizar. 6.3.Para calentarse. 6.4.Para el transporte.
7.Agricultura. 7.1.La tripleta mediterránea: cereales, vid y olivo. 7.2.Cultivos forrajeros. 7.3.Cultivos de frutales. 7.4.Huerta. 7.5.Cultivos de fibra vegetal: algodón, lino, cáñamo, esparto.7.6.El abono, en vez de los fertilizantes. 7.7.Las semillas y los bancos de semillas. Los transgénicos. 7.8.Los pesticidas y plaguicidas. 7.9.El regadío. Los sistemas de irrigación.
8.Mundo industrial y mecánico. 8.1.Utillaje y herramientas. 9.Conservación de alimentos. 10. Sanidad.
11. Seguridad y violencia. 11.1.Formas de agrupación y autodefensa.

II. PRÓLOGO
El deterioro de la situación mundial, debido a la presión que la sociedad industrial y capitalista ha venido ejerciendo sobre los recursos naturales y las materias primas; las desigualdades que ha creado entre las naciones; el poder crecientemente destructivo de las armas de que muchas naciones disponen y la sobrepoblación a que ha dado lugar la aplicación intensiva de la energía y la maquinización a ultranza, están conduciendo a un enfrentamiento entre las diferentes sociedades, cuyas consecuencias muchos son incapaces de prever.
El agotamiento de las fuentes de energía fósil y marcadamente el petróleo, el combustible que mayor aportación realiza a la sociedad industrial y que constituye más del 90% del transporte mundial, hacen que este mundo tan entrelazado por el comercio mundial y tan dependiente de él, pueda entrar en colapso, en cuanto esa fuente deje de ser suministrada con la seguridad y continuidad que ahora se considera un hecho incontestable, aunque no lo sea en absoluto.
También pueden sobrevenir desastres de menor calado, que exijan tener previstas medidas de emergencia para la protección de los suyos, tales como un vertido accidental de materiales peligrosos en una autopista cercana, que obliguen a una evacuación inmediata o interrupciones parciales o temporales de los suministros en su entorno inmediato.
Este libreto es un intento por organizar por adelantado los sistemas y las medidas que parece prudente tener tomadas, tanto si el desastre se produce de forma accidental y temporal, como si es un desastre a largo plazo, algo que sucederá irremisiblemente.
El plazo para que esto suceda de forma irreversible y descendiendo a los niveles de vida de la era preindustrial, se localiza entre los años 2020 y 2050, si es que antes, cosa bastante probable, algún cataclismo mundial, en la lucha de los seis mil trescientos millones de personas por los cada vez más escasos recursos, no acelera este proceso.
De cualquier forma, antes de esas fechas ya se empezarán a notar los efectos de los cataclismos sociales, no solo en los países pobres del planeta, que ya los sufren sin que nos demos cuenta, sino incluso en los ricos.
Esto sucede así desde el año 1979, fecha en la cual se alcanzó el cenit del consumo de energía per capita, que ha estado descendiendo desde entonces a un promedio del 0,33% por año, sin que los que vivimos en países prósperos y poderosos hayamos percibido la magnitud de un desastre que ya se lleva cebando en miles de millones de personas desde esas fechas. Este primer hito ha pasado desapercibido, porque los que disponen de los medios para lanzar los avisos y dar las alarmas, no pertenecían, casi en su totalidad, a las clases que han ido perdiendo poder adquisitivo.
El segundo hito, que también ha pasado desapercibido, es el de la llegada del mundo en general, al cenit de la disponibilidad de energía neta. Esto significa que aunque desde ese momento se haya seguido produciendo cada vez o cada año más energía que el anterior, la cantidad de energía en obtener esa energía ha ido siendo mayor, lo que ha dejado para el uso específico cantidades decrecientes de energía.
Las minas cada vez más profundas y pobres de mineral de carbón; los pozos de petróleo y gas, cada vez más pequeños, más profundos y de peor calidad; los pozos submarinos en aguas cada vez más profundas, las perforaciones en zonas polares, la extracción de combustibles de esquistos, pizarras y arenas bituminosas han ido siendo indicios de que lo bueno y lo barato se estaba acabando y que sólo la desesperación por mantener el nivel de consumo y de vida ha podido soslayar, para algunos. Este concepto, el de la energía que se necesita para conseguir tener disponible una cantidad de energía a disposición de la sociedad, se denomina en inglés Energy Return On Energy Invested, o EROEI.
La idea del EROEI es tan clara e importante como difícil saber cuál es, exactamente, el rendimiento neto de una determinada producción energética, sea petrolífera, de gas, solar, o eólica. Richard Heinberg, un profesor californiano autor del libro The Party’s Over, ha analizado las distintas predicciones y estima que la fecha de cenit de la disponibilidad de energía neta ha podido ya tener lugar en algún momento entre 1985 y 1995.
Si ello fuese así de cierto como el más fácil e incontestable cálculo de la fecha del cenit del consumo de energía neta per capita, tendríamos otra razón más para encontrar justificación a la separación cada vez mayor entre países ricos y pobres, entre clases pudientes y desheredadas.
Dado que las energías fósiles en las que se sustenta la sociedad industrial y capitalista empiezan a llegar al cenit de producción máxima, se estima que la economía mundial ya solo puede decrecer, desde este punto y en términos globales. El primero en llegar al cenit será el petróleo, a juzgar por las estimaciones más comunes y públicas, ofrecidas por grandes empresas e instituciones de sector sobre las reservas probadas que quedan, apoyadas en el cociente entre ellas y el consumo o demanda creciente de petróleo. Después irá el gas y finalmente el carbón. Así pues, el deterioro del nivel de vida sustentado en los consumos de energía fósil en todo el planeta, descenderá proporcionalmente. Si en los próximos años la economía de algún país avanzado industrial y militarmente sigue creciendo todavía, es, sin duda, porque se está apoyando para ello en los ya menguantes recursos de otros países más débiles para intentar seguir su camino desarrollista. Y eso no se hará sin luchas y sin saqueos de unos países por otros.
En cada caso, las medidas a tomar serán diferentes, tanto en volumen, como en estrategia y orientación. El libreto trata primero la forma de afrontar los desastres de carácter temporal y a corto plazo, de forma que un simple y cuidadoso acaparamiento, podría resolver el problema. Y además lo enfoca desde el punto de vista de la solución para una unidad familiar.
Luego dedica un capítulo al desastre mayor, que exigirá ya un esfuerzo de otro calado y para el que se ofrecen algunos consejos, que entre otras cosas, obligarán, a aquellos que quieran sobrevivir, a adoptar formas de vida completamente nuevas y que exijan el concurso de grupos sociales mínimos, bien estructurados.
Quedan fuera de este modesto ejercicio las soluciones globales o mundiales que pudieran ofrecer una vía de salvación al conjunto de los pueblos y a la totalidad de la raza humana y de la vida animal y vegetal que la sustenta en todo el esplendor y con toda la biodiversidad que hasta ahora le ha caracterizado. Y queda fuera, más por la ingente tarea y el carácter casi milagroso que el autor estima que se tendría que dar para ello, que por ganas y voluntad de ofrecer esa vía, que indudablemente sería política y exigiría ingentes, rápidos y voluntarios esfuerzos a los países y grupos de personas con mayor capacidad y poder.
Tampoco puede prever este libreto las consecuencias de devastadoras guerras que se puedan desatar por los recursos, aunque algunos consejos pueden ser útiles si se llegan a dar y no terminan siendo tan devastadoras como la alianza entre el progreso tecnológico y la falta de conciencia han permitido a científicos y políticos de estrechas miras, con capacidad para borrar toda vida del planeta, independientemente de los esfuerzos que se hagan por preservarla.
Este “libro de la selva”, es, pues, un humilde intento de ofrecer una guía básica a los individuos que tengan a él acceso, para orientarlos mínimamente, a través de un mundo que se avecina, con una crueldad y una necesidad de luchar por la supervivencia que va a superar, con creces, a las selvas que hasta ahora considerábamos hostiles. De ahí el intencionado título. [...]

viernes, 19 de agosto de 2011

Estética del aparecer, Martin Seel, fragmento:

Capitulo III, Ruidos y centelleos.

Realidad amorfa.
Así como esta experiencia puede atemorizarnos, también puede fascinarnos.
Pero el ruido puede causarnos fascinación en lugar de espanto, toda vez que podamos apartarnos de él, toda vez que dependa de nosotros el querer percibir un acontecimiento en primer lugar como ruido, o como algo distinto. El ruido puede fascinarnos, en una palabra, sólo cuando no es  el ruido el que nos avasalla, sino cuando somos nosotros quienes nos abandonamos a él, nos dejamos avasallar a veces por él.
En la atención al simple ruido acontece la experiencia de una realidad amorfa. Lo real, percibido por lo común con tal o cual forma, y a lo que atribuimos, conforme a tal y cual forma, ese sentido u otro, esta misma realidad aparece aquí sin esas formas y desprovista de los sentidos a los cuales suele asociársela. Lo que antes estaba inmerso en un orden social y cultural, lo que antes poseía un ser determinable y predecible, se muestra ahora con un aparecer anterior al sentido.
Quienes perciben de ese modo experimentan los límites  de su propio mundo histórico y cultural.
La realidad hace aparición en una versión inaprensible. Aunque podemos dominarla y comprenderla de tal y cual manera, conforme al saber que seguimos poseyendo y dominando, se muestra no obstante como una realidad que, para toda comprensión, nunca puede comprenderse ni dominarse del todo. […]

Un permanente desaparecer.
[…] A este desprendimiento de lo que percibimos -del acontecimiento- le corresponde un desprendimiento de la percepción. El simple ruido solo puede captarse allí donde la percepción se libera de todas las orientaciones teleológicas: al igual que el acontecer que percibimos , la percepción deja entonces de estar organizada en función de algo, dirigida a algo, dispuesta para lograr algo. En ello aguarda una forma, radical frente a cualquier otra forma de percepción estética, de demorarnos ante lo que aparece. […]
[…] Renunciamos a determinar el fenómeno, renunciamos a determinarnos frente al fenómeno. Renunciamos a nosotros mismos por cuanto nuestra determinación consiste por lo general en comportarnos frente al mundo en una actitud dominante, determinante y autoafirmativa. Todo interés en el ruido se desprende del placer del abandono de nosotros mismos. […]
[…] Al hallarse su percepción en el umbral de percibir algo, al estar su escucha en el umbral de lo audible, al encontrarse su visión en el límite de al visión misma, el sujeto alcanza el estado excepcional de un presente carente de diferencias –un presente con el cual puede fundirse- […]

Areté:

Extraido de Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta. R. M. Pirsig.

[...] “Areté” implica un respeto por la totalidad o unicidad de la vida, y un consiguiente desagrado por la especialización. Implica un desdén por la eficiencia, o mas bien una idea mucho mas alta de la eficiencia, una eficiencia que existe no en un departamento de la vida, sino en la vida misma.
Fedro recordó una línea de Thoreau: “Nunca ganas algo sin perder algo”. Y ahora empezó a ver por vez primera la increíble magnitud de  lo que el hombre, cuando ganó la capacidad de entender y gobernar el mundo en términos de verdades dialécticas había perdido. Había construido imperios de capacidad científica para manipular los fenómenos de la naturaleza, en enormes manifestaciones de sus propios sueños de poder y riqueza, pero para ello había canjeado un imperio de entendimiento de igual magnitud: un entendimiento de lo que es ser una parte del mundo y no un enemigo de este [...].

jueves, 18 de agosto de 2011

Cultura y naturaleza:

Cultura y naturaleza:

“Somos seres paradójicos, autotrascendentes; formamos parte de la naturaleza, por ejemplo, y sin embargo estamos fuera de ella”

Patrick Harpur, El fuego secreto de los filósofos, Ed. Siruela, 2005.

A lo largo de la historia la relación entre los conceptos cultura y naturaleza ha cambiado dependiendo de las sociedades y de las distintas corrientes de pensamiento:
Si la primera etapa del diferenciación entre cultura y naturaleza se remonta a los griegos y su concepto de phusis, este objeto de investigación que ya no está sometido a caprichos divinos; el cristianismo marca otra transformación, una segunda etapa de la transcendencia en la que el hombre y Dios se colocan en el exterior de la naturaleza.
Posteriormente, en la revolución científica del siglo XVII, el mundo quedó enmarcado por invenciones como el telescopio, el microscopio, los aparatos de medida cada vez mas precisos, donde la naturaleza se volvió autónoma y observable.
Pensadores como Rousseau, identificaron lo natural con una serie de normas éticas en una perspectiva moral; lo natural como lo verdadero, lo autentico, lo sano y lo que se aparta de esto, lo degradado o degenerado.
En una perspectiva contraria, proveniente de las ideas de la Ilustración, la naturaleza se pensó como un conjunto de recursos materiales y energías y la cultura como la finalidad de la naturaleza, como una actividad que consiste en dar forma, significado, a los recursos y energías de la naturaleza.
Desde Grecia hasta el siglo XX, se ha pensado la naturaleza como primera respecto a la cultura. La naturaleza precedía a la cultura y era su marco.
De este modo la naturaleza física constituye una realidad objetiva y exterior al hombre, explicable mediante la ciencia.
El filósofo francés Merleau-Ponty concebía que las relaciones entre cultura y naturaleza siempre habían estado marcadas por la ambigüedad.
Pues “es imposible superponer en el hombre una primera capa de comportamientos que se denominarían naturales y un mundo cultural o espiritual fabricado. Todo es natural y todo está fabricado en el hombre”.
En conexión con las teorías de Merleau-Ponty, la física cuántica de Heisseberg y Neils Bohr, descubre las perturbaciones del objeto medido causadas por el aparato de medida.
Estos científicos extraen unas rigurosas consecuencias sobre el papel de la ciencia y la concepción del mundo: “Lo que los físicos alcanzan cuando trabajan a escalas microscópicas, lo que ellos conocen, no es el fenómeno natural en si mismo e independiente del observador, sino que es el efecto de la interacción entre el acto técnico y cognitivo del hombre y una realidad que no se puede alcanzar de manera directa” “Es erróneo pensar que el objeto de la física sea descubrir como esta hecha la naturaleza. La física se refiere a lo que nosotros podemos decir sobre la naturaleza”

La ecología es una ciencia que aparece en un momento de cambio en las relaciones entre cultura y naturaleza. Por vez primera asistimos a las peligrosas modificaciones por intervención humana en el mundo, descubrimos la fragilidad inherente a lo natural, sometido desde ahora al cuidado del hombre. A partir de estas ideas se desencadenará una preocupación por la precariedad del futuro habitable de la tierra.

Finalmente desde la antropología, tras el estudio de numerosas sociedades primitivas, se asiste al rechazo al dualismo cultura-naturaleza, pues según Philippe Descola muchas de estas culturas no sitúan el fin de la “Humanidad” en las puertas de la especie humana e invitan al concierto de su vida social a las plantas y animales mas insignificantes. Se integraría la naturaleza y los seres que la componen al los “costados del ser humano” a su constitución, ya no mas relegados a la función de entorno o escenario.
Concluiríamos con una redefinición de la cuestión.
Ya no más es el problema entre cultura y naturaleza, sino desde la cultura, que podemos pensar como naturaleza.

Primera naturaleza.


Primera naturaleza:
El término naturaleza es una construcción cultural en evolución a lo largo del tiempo.
Hablamos de naturaleza para referirnos al todo, al mundo. Hablamos de naturaleza para referirnos a un espacio virginal e intocado.
Hablamos de naturaleza para referirnos a si mismo a lo opuesto a la ciudad y a lo urbanizado...
R.G. Collingwood en “Idea de la naturaleza” estudia el desarrollo de la comprensión de lo natural como un todo a través del tiempo, desde la Edad clásica, pasando por el Renacimiento hasta llegar a la Edad moderna.
Nosotros trataremos el asunto desde una de sus facetas, lo vinculado con lo agreste, lo salvaje, lo no urbanizado, lo que guarda y atesora alternativas a nuestro universo-urbanizado, una naturaleza a menudo impenetrable, opaca o al menos traslúcida.

Vestigios:

No conocemos realmente la visión que los primeros hombres tenían acerca del mundo que les rodeaba.
Sin embargo, en las primeras manifestaciones artísticas conservadas en cuevas (los únicos lugares que se han mantenido como cámaras del tiempo preservando las pinturas y esculturas del deterioro natural) podemos ver que los hombres representaban gráficamente determinadas partes del mundo.
No hay imágenes de algo que podamos identificar como un paisaje. Abundan en cambio las representaciones gráficas de ciertos animales característicos de su medio natural, frecuentemente presas que conocían muy bien en sus costumbres y apariencia.
Este opaco mundo prehistórico, al que solo accedemos directamente a través de los restos y las representaciones, ha sido en parte iluminado por las investigaciones sobre los “pueblos primitivos” desde el ámbito de la antropología, por los estudios de fuentes clásicas y por los recientes hallazgos de los paleoantropólogos.
Con esto, la visión que tenemos de la concepción del mundo de estas gentes, pese a estar basada en la caza y la recolección, se ha llenado con posibles matices, facetas y aspectos característicos y diferenciales y se ha vuelto más rica.
Tenemos documentos procedentes de investigaciones en el ámbito de la antropología acerca de otras culturas como la de los bosquimanos, jíbaros, etc. en los que podemos acceder superficialmente a su concepción del mundo.

En “Ejemplares del folclore bosquimano”, asistimos a el despliegue de los asuntos fundamentales de su vida, con sus divinidades y sus mitologías pegadas al terreno y a los animales, su historia que a falta de fuentes escritas se remonta a cuatro o cinco generaciones… su modo de relación con o que les rodea impregnado de lo mágico, con sus características cuestiones del presentimiento y la metamorfosis, en las que el mundo físico, el espacio, el tiempo… carecen de la compacidad y las limitaciones presentes en nuestras culturas.
En estos grupos la relación con el mundo de lo natural es tan estrecha, apenas han construido algo sólido y material pues las “construcciones” de su habitar son mas bien mentales y espirituales, que la experiencia de la naturaleza seria un asunto constante en sus vidas.
Phillipe Descola, en su trabajo acerca de los jíbaros de la Alta Amazonía, nos describe unas sociedades dispersas a lo largo de los innumerables ríos de la selva, unidas por lazos de sangre, alianzas y lazos comerciales. Estos grupos no se asientan definitivamente pues dependen de la breve fertilidad de los huertos aclarados en medio de la espesura.
Por esta causa, sus construcciones son de cierta solidez pero nunca hechas para durar décadas y con su abandono desaparecen rápidamente.
Los jíbaros viven en estrecha relación con los animales y las plantas y tienen con ellos una relación de uso pero muy espiritualizada y socializada. Muchos animales de la selva representan a menudo a los familiares desaparecidos y en ocasiones sus crías son recogidas y domesticadas criándose en medio de las familias.
Estos grupos poseen diversas zonas en sus territorios donde instalan campamentos ocasionales y desde allí extienden sus operaciones de caza, pesca y recolección.
En el caso de los jíbaros, en estos campamentos, la relación con la selva se estrecha aun más.      
En este mundo donde la mediación de lo construido apenas despegaba a los hombres del terreno, donde siempre había polvo, tierra, humedad, frío o calor, probablemente no tenia cabida un cuestionamiento entre lo artificial y lo natural. Lo artificial se presentaría cómo el vestigio de la mano y del paso del hombre, su huella, manifestación necesaria de su actividad para sobrevivir y algo más, es decir, habitar.

Origen:

Primitivamente la palabra phusis (naturaleza), de raíz indoeuropea, tenia el sentido de brotar y crecer como los vegetales.
En el s.VI antes de nuestra era, por vez primera en la historia del pensamiento, se separa el mundo de la mitología del de los fenómenos naturales. Con esta distinción se originará el pensamiento científico y phusis, pasará a designar a la física o ciencia de la naturaleza.
Faltarían aún 16 siglos para que la naturaleza se transformara en un ente abstracto, ese objeto neutro de estudio dentro del paradigma construido por Galileo, Descartes, Newton y otros.

Para los griegos durante mucho tiempo la naturaleza fue algo asociado al culto del dios Pan, originario de la Arcadia, una región salvaje donde Pan era el dios de los pastores y de los rebaños.
En el año 490 a.c. Darío acometió la invasión de Grecia… Atenas había pedido ayuda a Esparta pero esta no responde. Filípides, el mensajero ateniense, decepcionado regresa. De camino a Atenas atraviesa los montes de Arcadia cuando oye a Pan que lo llama desde montañas y le promete ayuda. Cumplirá su palabra sembrando el pánico entre los persas dando la victoria a los griegos.
Los atenienses transformaran al dios de unos pastores en un símbolo del estado salvaje de Arcadia, es decir en un símbolo de la naturaleza.
A partir de Atenas, de la ciudad, el culto de Pan se extiende por el mundo grecorromano con un sentido que acabó por referirse a todo, es decir al Universo.

“A esto es a lo que yo llamo el principio de la gruta de Pan, la sutil transformación, por la ciudad -que es astuta...-, de algo que en origen procedía del mundo campesino y de lo que se apropia para convertirlo en lo que simbólicamente es su propio reverso: la naturaleza”.

Augustin Berque, El pensamiento paisajero.